domingo, 26 de octubre de 2014

Un cambio de actitud en favor de la salud

Tratar de resolver de forma definitiva el problema de la obesidad es una cuestión tan complicada que en la mayoría de las ocasiones aquellos valientes que realizaron el intento volvieron, desgraciadamente, para contarlo. 

© Desconocido

Sabemos que el sobrepeso y la obesidad pueden asentarse como posibles causas de otras enfermedades como son la diabetes tipo 2 (aquí), las enfermedades cardiovasculares(aquí), las enfermedades autoinmunes (aquí) y el propio cáncer (aquí), y esto en sí debería ser motivo más que suficiente como para planterarnos disminuir drásticamente los centímetros de nuestra cintura; pero ni tan siquiera este conocimiento del riesgo es suficiente como para lograr esa perdurable y necesaria pérdida de peso. 

Para mantener un peso óptimo todos parecen tenerlo bastante claro: contención calórica y actividad física. Claro, esta es la receta que habitualmente emplearon todos aquellos entusiastas que volvieron cabizbajos al origen del movimiento tras recuperar los kilos perdidos. Pero, ¿es qué acaso no funciona?. Sí, claro que funciona, pero no es suficiente para lograr una contundente y definitiva victoria. 

Tenemos que pensar que al igual que la obesidad y el sobrepeso pueden ser el origen de muchas otras patologías, también diversos trastornos pueden favorecer la acumulación del tejido adiposo en nuestro organismo, poniendo piedras en nuestro camino. Los que lleváis tiempo leyéndome seguro que ya estáis pensando en la disbiosis intestinal, en la inflamación y en distintas resistencias hormonales como posibles "primeras causas" que predisponen a la obesidad y al resto de enfermedades mencionadas. 

Es cierto, parece que la inflamación podría ser esa primera rueda dentada cuyo movimiento pone en marcha una maquinaria de diferentes engranajes que conducen finalmente a la enfermedad (aquí, aquí, aquí) aunque no sólo física, sino también mental, de hecho la relación entre la inflamación y la depresión no es "un cuento de chinos" (aquí). Pero si realmente fuese la inflamación la rueda que pone en marcha ese mecanismo destructor dentro de nuestro organismo, la pregunta que cabría hacerse ahora es, si disminuyendo sus niveles se podría resolver todo lo demás. No estoy muy seguro del éxito, ¡para qué vamos a engañarnos!, de hecho, veo la inflamación como algo tan intangible que difícilmente podríamos rebajarla de modo satisfactorio sin resolver previamente algunos de los mismos problemas que ella causa.

Esto sería como solucionar la paradoja de la gallina o el huevo. La inflamación puede causar determinadas resistencias hormonales y estas conducirnos al sobrepeso y la obesidad, pero a su vez, esta, en determinados casos se convierte en un nuevo foco emisor de citoquinas pro-inflamatorias como IL-6, IL-1β, IL-8, TNF-α y de otros moduladores de carácter inflamatorio como la leptina o resistina, que podrían causar nuevos trastornos en otras aéreas de nuestro organismo, como puede ser el cerebro. 

Cualquiera que sea la causa de la inflamación, esta tiende a permanecer en el cuerpo por diferente vías que la alimentan directa o indirectamente. Entre las causas directas más comunes podríamos destacar ser obesidad, las enfermedades periodontales, y por supuesto, la disbiosis intestinal, aunque cualquier alteración de la homeostasis podría involucrar una respuesta inflamatoria alterada por parte del sistema inmune. No obstante, las causas indirectas también pueden mediar en la respuesta inflamatoria perpetuando este estado. En este caso, me estaría refiriendo a los glucocorticoides. En principio, alguna de sus funciones debería ser la de "bloquear" la respuesta inflamatoriadel sistema inmune inhibiendo los factores de transcripción de la vías inflamatorias como el NF-kB, STAT3 o MAPKs, lo que traducido significa que el cortisol debería impedir la excesiva producción de citoquinas proinflamatorias (entre otras muchas funciones), pero la constante activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), como suele suceder durante el estrés crónico, podría producir una desensibilización de los receptores de glucocorticoides imposibilitando el bloqueo de dicha respuesta (aquí, aquí). 

Lo que está claro es que hay un nexo común entre la obesidad (aquí), la resistencia a la insulina (aquí), las enfermedades periodontales (aquí, aquí), la disbiosis intenstinal(aquí), las enfermedades autoinmunes (aquí), las enfermedades del corazón (aquí), ladiabetes tipo 2 (aquí), el alzheimer (aquí), el cáncer (aquí) y la depresión (aquí), y este no es otro que la inflamación. 

En resumidas cuentas, la inflamación tiende a perpetuarse colonizando diferentes áreas de nuestro organismo y promoviendo la aparición de distintas patologías físicas y/o mentales que se retroalimetan en una espiral creciente y destructiva. 

Bueno, ¿y qué se puede hacer?. Está claro que el éxito no se mide únicamente por los kilos de tejido adiposo perdidos, sino por aquellos que además no volvieron a ser recuperados. Esto es lo realmente complicado. Todos pueden restar centímetros de su cintura utilizando la receta de siempre: contención calórica y/o ejercicio físico, pero por desgracia la vuelta atrás casi siempre estará garantizada. Para conseguir algo definitivo se requiere un cambio radical (pero progresivo), si somos los mismos de siempre la transformación vendrá dada con fecha de caducidad. Lo que necesitamos realmente es un CAMBIO DE ACTITUD. Si no somos capaces de transformarnos completamente, nuestra meta será sólo un objetivo puntual y transitorio. No debemos pensar en una dieta para un fin concreto, debemos buscar la mejor versión de nosotros mismos, y esto requiere algo más que una dieta y ejercicio físico. 

Creo que la gran mayoría conoce o puede identificar cuáles son esos alimentos perjudiciales, ¡venga!, seamos honestos, no hay una sola persona que tenga sobrepeso que no sepa señalar a grosso modo dónde puede estar su error. Se puede ser obeso pero no estúpido, ¡Claro que se sabe!, pero no pueden evitar cometerlo. Su resistencia es mínima y en cierto modo podría ser lógico..., esas citoquinas inflamatorias, de la que hablábamos antes, podrían haberse instalado también en el cerebro causando depresión (aquí). Este es el nexo común y bidireccional entre la obesidad y la depresión, el primero aumenta la expresión de citoquinas inflamatorias que instaladas en el cerebro pueden causar depresión, y esta a su vez anula la capacidad para realizar los cambios necesarios. 

¿Cómo puede la inflamación disminuir nuestra capacidad de respuesta?. Disminuyendo los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro. En el primer caso, la serotonina es dependiente de los niveles de triptófano, por lo que una caída en sus niveles reduciría la formación de serotonina en el cerebro y esto conduciría a síntomas depresivos en las personas susceptibles. La enzima idoleamine 2,3-dioxigenasa (IDO) es una vía alternativa para el metabolismo del triptófano cuya actividad es favorecida por las citoquinas inflamatorias que además de consumir este aminoácido, produce quinurenina (KYN) que al ser metabolizado podría reducir la liberación de dopamina (aquí). Esto traducido significa desmotivación, tristeza, ansiedad y menor respuesta a los estímulos de recompensa. 

Este puede ser en realidad nuestro verdadero lastre para lograr para alcanzar nuestros objetivos, pero aún así debemos tomar las riendas de nuestro cuerpo para tratar de cambiar poco a poco, sin prisas; hay que salir de ese desorden que nos provoca un comportamiento lleno de altibajos. Las radicalidades en las conductas alimenticias sólo son un indicio de que las cosas no marchan por el camino correcto. 

La anorexia y la bulimia podrían ser claros ejemplos de estas situaciones extremas y desesperadas en la que muchos jóvenes, y no tan jóvenes, caen con nefastas consecuencias para su salud. Tampoco hay que aferrarse a la promesa de inmediatez que muchas dietas milagro otorgan, porque estas están dentro de ese desorden del que hablo, solamente debemos centrarnos en alimentos de verdad, no es tan difícil (no los enumero que ya los conocéis). Pero lo mismo podríamos decir del deporte, la vehemencia con los que muchos se entregan en su actividad física podría estar enmascarando los mismos trastornos que los observados con la conducta alimenticia. 

Yo puedo entender las exigencias de determinados entrenamientos, y máxime cuando la competición deportiva se perfila en el horizonte, pero muchas personas tratan de equipararse con deportistas consagrados de muchos, muchos años, imitando, de modo chapucero, su proceder. Pero olvidan que todo en la vida es aprendizaje y cada uno debe caminar a su propio ritmo. Por otro lado, las maravillosas virtudes arrojadas en muchos estudios sobre los entrenamientos de alta intensidad pueden haber confundido a muchos ingenuos, que tratan de resolver sus problemas de salud en poco tiempo, haciéndoles creer que exprimirse todos los días en el gimnasio es el camino más adecuado para obtener unos resultados impresionantes. Y no, por supuesto que esto no es así. Hay que saber dosificar la alta intensidad como se hace con un medicamento, suministrándola con la necesaria progresividad, de este modo disfrutaremos de lo que estamos haciendo, ¿es tan difícil de entender?. No es cuestión de hacer algo durante un tiempo, es hacer algo para toda la vida. Este es el CAMBIO DE ACTITUD DEL QUE HABLO. 

Muchas de nuestras conductas enmascaran problemas emocionales y de autoestima que tratamos de corregir mitificando o idolatrando a aquellos que proyectan esa imagen de lo que nos gustaría ser..., sinceramente creo que debe ser muy frustrante empecinarse en ser algo distinto a lo que uno realmente es, y máxime cuando pensamos que ese algo puede conseguirse dejando de comer o induciéndose el vomito, en un quirófano, consumiendo esteroides o imitando los entrenamientos de esos supuestos "héroes" de pacotilla que inundan los gimnasios. Este es un problema de enfoque, tendemos a mirar hacia fuera y olvidamos que el verdadero cambio debe suceder en nuestro interior, porque lo que proyectemos finalmente, para bien o para mal, será exclusivamente nuestro. ¿Hay algo más gratificante que eso? 

Bueno, de una cosa sí que estoy seguro, y es que si no se produce ese cambio de actitud cualquier dieta o actividad física que se realice podría tener los días contados.
Comentario: Es cierto que para tomar las riendas de nuestra salud es necesario un cambio de actitud que posibilite la voluntad necesaria para realizar cambios en nuestra alimentación y estilo de vida, sin embargo, como dice el autor del artículo, la misma condición deplorable en que nos encontramos muchas veces dificulta la capacidad de que podamos hacerlo. Además, desafortunadamente contamos con una medicina al servicio de la industria farmacéutica que no promueve estos cambios de actitud y que, de hecho, difunde muchas mentiras acerca de lo que realmente es saludable, dando recomendaciones que incluso pueden ser vistas como las causas de muchas de las enfermedades que vemos hoy en día. 


Carlos Ruiz Sánchez
vie, 17 oct 2014 00:00 CEST
http://es.sott.net/article/33389-Un-cambio-de-actitud-en-favor-de-la-salud

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