jueves, 7 de noviembre de 2013

El Aura

Toda materia, toda forma de vida, ya sea átomo, piedra, hombre o planeta, se baña en un océano de fuerza y de energías divinas; de este modo, un ser humano, al igual que una simple piedra, emite una radiación a la que llamamos aura. 

Esta radiación, que proviene del ser real y de sus diferentes apariencias, fue puesta en duda durante mucho tiempo por la Ciencia. 

Sin embargo, hoy en día, la Ciencia ha progresado lo suficiente como para adquirir pruebas irrefutables que constatan lo que los místicos del pasado sostuvieron siempre: que existe alrededor de los cuerpos vivientes un resplandor que puede ser percibido, y actualmente medido, gracias a ciertos aparatos altamente perfeccionados. 

La fotografía de un aura no hace ya sonreír a nadie, pues se trata de la fotografía de ese resplandor. En un futuro próximo, aparatos aún más perfeccionados ayudarán a percibir su actividad vibratoria y cambiante.

RESPLANDORES DEL ALMA

En la historia religiosa de los pueblos no faltan ejemplos que se refieren a los beneficios del aura de los santos y de los yoguis, pues muchas curas han sido realizadas con la única presencia del enfermo en el aura poderosa de un maestro. Recordamos especialmente la curación obtenida por aquella creyente que, con sólo tocar el manto de Jesús, se sintió curada. NO niego en absoluto la posibilidad de curación psicosomática donde la fe es el elemento esencial, pero sería desconocer los poderes del aura atribuir solamente todas las curaciones a la fe como único soporte.

He aquí una interesante definición del aura que nos permitirá desarrollar algunos aspectos principales:

«Aura: campo magnético o eléctrico que rodea especialmente el cuerpo animal y que contiene colores debidos a la frecuencia vibratoria de la energía de este campo. Semejante energía se debe al desarrollo psíquico y a las fuerzas vitales del cuerpo. El aura cambia de color en el curso de la evolución psíquica, pasando de un violeta muy subido a un blanco más puro en los estados más avanzados. El aura es visible en ciertas condiciones y ha sido fotografiada. Puede afectar ciertos instrumentos cuya receptividad ha sido perfectamente regulada. Toda célula viviente tiene su aura y lo mismo ocurre con grupos de células.»

El aura es la consecuencia de ciertas energías en actividad en nuestro campo de conciencia. Estas energías, provenientes del Sol o del alma, están contenidas en el hombre gracias a sus centros psíquicos; cuando éstos son activos, el aura lo es también. Los centros determinan la naturaleza y calidad del aura. Cuanto más elevados son los centros activos, más amplio y benéfico es el resplandor del aura. Aparte del aura del Espíritu, cuya vibración es percibida solamente en el momento de las últimas iniciaciones, existen tres fuegos cuya fusión compone el aura humana:

El resplandor espiritual del alma, cuyas frecuencias vibratorias pueden ser percibidas solamente por iniciados avanzados.

La resplandeciente luz dorada del cuerpo etéreo o vital alimentado por el centro del bazo.

La luz sombría que indica la luz latente escondida en el seno del átomo.

El desarrollo del aura depende pues, de la actividad normal y unificada de estos tres fuegos.

COLORES Y ESTADOS INTERNOS

El aura menos elevada es llamada aura de salud. Cuando un ser humano no está sano, posee una acumulación de energía vital, encontrada en la alimentación, en la bebida y en la respiración, la cual irradiará unos cuatro o cinco centímetros sobre la superficie de su cuerpo. El clarividente visualiza el aura de salud bajo la forma de líneas derechas que van de la superficie del cuerpo en todas direcciones. Cuando un órgano está enfermo, el lugar donde está situado irradia más débilmente, volviéndose borrosos los rayos de luz.

El resplandor del cuerpo astral o emocional es mucho más sutil. Se extiende también alrededor del cuerpo físico; sus vibraciones son muy sensibles a todo lo que afecta la naturaleza emocional (pasiones, deseos, odios, etc.). Esta emanación puede tener de veinticinco a cuarenta centímetros.

El resplandor del cuerpo mental es mucho más amplio que el del cuerpo astral. La frecuencia vibratoria de este aura depende sobre todo del grado de desarrollo intelectual. Se constata que cuanto más elevada es la inteligencia cósmica, más pura y esplendorosa se vuelve el aura mental del sujeto.

La unión y armonía perfecta entre estas tres auras estimulan el aura elevada del alma; al fusionar las cuatro en un mismo fuego que consume y transfigura, el iniciado experimenta un estado ideal del espíritu.

EN TODAS LAS CULTURAS

No podemos saber si el hombre primitivo percibía esta luminiscencia debido al consumo ritual de alucinógenos, si sólo la percibían los chamanes, o si era innata y con posterioridad dicha facultad se perdió. Culturas muy diferentes han reflejado la presencia de ese halo en seres espirituales o de rango superior. El aura está simbolizada, por ejemplo, en los tocados de plumas de los chamanes y jefes indios americanos, en las tiaras cónicas de los faraones egipcios, en la corona resplandeciente de los reyes y en el nimbo que rodea la cabeza de las imágenes de Jesús, la Virgen, los ángeles, santos y budas. También la literatura espiritual de todos los tiempos, desde la hebrea a la sufí, describe a santones y profetas envueltos en luz blanca.

Pero, ¿de dónde proviene el aura? ¿Procede, tal vez, del calor de los cuerpos vivos?, ¿o se trata de una fuerza exterior? La creencia en el aura ha estado siempre unida a la «teoría vitalista», según la cual existe una energía cósmica que anima e impregna todo el universo, llamada chi por los chinos, ruasch por los hebreos, huaca por los incas y prana por los hindúes. Generalmente, dicha fuerza está íntimamente ligada a la luz, los rayos del sol y los siete colores del arco iris. Se dice que es absorbida por los seres vivos a través de la respiración y de los chakras o vórtices energéticos, y más tarde enviada al torrente sanguíneo y al sistema nervioso, convirtiéndose en el motor de las funciones vitales y psíquicas. Según esta teoría, se almacenaría en el cerebro y en el centro energético del abdomen, y emanaría del cuerpo sobre todo a través de las manos y los ojos.

Yoguis, ascetas o chamanes aprenden a controlar esta fuerza vital mediante la meditación y la realización de ejercicios espirituales. Se dice que cuando lo logran, sus facultades paranormales se disparan. Los más avanzados llegan a convertir sus cuerpos en luz pura, y de ese modo se dice que alcanzan la inmortalidad. Asimismo, se cree que esta fuerza vital se acumula en objetos animados e inanimados y en lugares como montañas, árboles, casas… y que puede ser manipulada por la mente consciente o inconsciente, permitiendo influir sobre las cosas a distancia.

MEDICINA, COLORES Y CUERPO AÚRICO
Tanto el chamanismo como las tradiciones esotéricas, yóguicas y teosóficas describen la forma de esta energía como una nube de luz o «huevo luminoso» dotado de significado. Según A. P. Elkin, los aborígenes australianos son aún capaces de percibirla y «leer» en ella tanto las enfermedades como el pasado de la persona.

En realidad, la lectura del aura con fines curativos es tan antigua como la medicina. Se sabe que los médicos de la antigua China o Persia diagnosticaban las enfermedades de sus pacientes a través del estudio de la luz que veían emanar de los cuerpos. Por su parte, desde la mística yogui a la sufí, pasando por los teósofos, aseguran que absorbemos los siete rayos de luz cósmica por siete vórtices energéticos situados en nuestro cuerpo conocidos como chakras, los cuales se asocian a diversos órganos, así como a las diversas capas de energía que nos recubren y que forman otros siete cuerpos místicos o aúricos.

No hay un criterio único sobre el significado de los colores del aura y la naturaleza de los cuerpos sutiles que nos rodean, aunque en general se habla del cuerpo físico (relacionado con el chakra raíz situado en el perineo y el color rojo); el emocional (conectado con el chakra del aparato reproductor y con el color naranja) que refleja los deseos; el mental (asociado al chakra del plexo solar y al color amarillo); el cordial o anímico (relacionado con el chakra del corazón y el color verde); el cuerpo etérico, también conocido como aura pránica, intermediario entre los mundos físico y espiritual (asociado al chakra de la garganta y al color azul); el cuerpo astral (chakra de la frente y color violeta); y, por último, cuerpo causal, en el que se depositaría la semilla que reencarna vida tras vida (chakra de la coronilla y color violeta).


Todas estas auras influyen unas sobre otras y son percibidas por los videntes como una colorida atmósfera luminosa. El predominio del color azul, por ejemplo, indica gran espiritualidad, mientras que el amarillo y el naranja señalan pensamientos elevados. Cuando la persona no está en armonía, los colores se ven teñidos por manchas y la forma ovoidal presenta disgregaciones.

DEMOSTRACIONES CIENTÍFICAS EN OCCIDENTE

Médicos y filósofos como Empédocles, Hipócrates, Galeno, Avicena, y mucho más tarde Paracelso, señalaron la existencia de esa misteriosa sustancia luminosa que impregna el universo y a cuya falta o desequilibrio atribuyeron el origen de numerosas enfermedades. Pero, a partir del siglo XVII, la visión mecanicista que convertía al hombre en una máquina producto de sus humores psíquicos y químicos dejó definitivamente a un lado tanto al aura como a la misteriosa fuerza vital. Desde entonces, aquellos que quisieron entregarse a la búsqueda de la misma fueron ridiculizados y desterrados de los círculos científicos. Entre ellos cabe citar a Mesmer (s. XVIII), quien propuso que del organismo humano emanaba un «fluido magnético», o al barón Karl von Reichenbach (1788-1869) que colaboró con cientos de médicos, físicos, químicos, y videntes hasta establecer que todas las formas proyectan una luminosidad, a la que llamó «fuerza ódica», en honor al dios germano Wodan. Más tarde, el estadounidense John Keely y el austríaco Wilhelm Reich, descubrieron que podían concentrar en acumuladores especiales esa misma energía electromagnética, a la que llamaron respectivamente «dinasférica» y «orgónica». Ambos fueron perseguidos por no querer compartir sus secretos. Algo similar a lo que le sucedió en los años 1930s a la quiropráctica estadounidense Ruth Drown, la cual también aseguró que existe un fluido universal que entra en el ser humano por la glándula pineal y baña todo el plasma sanguíneo y el sistema nervioso. El instrumento de radiónica que inventó, llamado Radio-Visión, supuestamente podía fotografiar los órganos a partir de una gota de sangre, pero fue destruido y ella encarcelada. Está claro que todos ellos fueron víctimas de un conflicto de intereses, pues el descubrimiento de una energía de este tipo constituiría sin duda una amenaza para los poderes fácticos.


El primer intento tecnológico por hacer visible el aura lo llevó a cabo, en 1869, el doctor Walter Kilner, en el hospital de St. Thomas de Londres. Mediante lentes impregnadas en un tinte a base de alquitrán de carbón, la dicianina, Kilner descubrió un espectro violáceo alrededor del cuerpo humano, en el que, según decía, era posible detectar los estados de enfermedad atendiendo a las modificaciones del color y brillo. Estos experimentos también le llevaron a aceptar la teoría del magnetismo animal propuesta por Mesmer, según la cual, las auras de personas que estan próximas pueden ¡nteractuar entre sí, de forma que una saludable sería capaz de influir beneficiosamente sobre otra debilitada. Pero, al poner en práctica esta teoría, fue acusado de curar con brujería.

Sin embargo, dos descubrimientos revolucionarios a los que no se podía acusar en absoluto de superchería iban a permitir pronto el estudio científico del aura. Se trata de la fotografía Schlieren, basada en una técnica alemana de principios de siglo ideada para ver las imperfecciones del vidrio, y que capta el halo térmico alrededor del cuerpo humano en bandas de colores muy semejantes a la descritas por los médiums y el hallazgo, en 1939, de la fotografía Kirlian que permite registrar un «efecto corona» luminiscente alrededor del objeto fotografiado.

Los numerosos experimentos realizados, tanto por científicos soviéticos como occidentales, con cámara Schlieren, Kirlian y otros instrumentos, han puesto de manifiesto que, tal y como aseguran los videntes y numerosas tradiciones, los organismos vivos irradian una luminiscencia ultradébil, un campo de energía electromagnética imperceptible a simple vista, que contiene información relacionada con el metabolismo, temperatura, emociones, ritmo respiratorio, humedad, condiciones atmosféricas y otros factores. Es más, según estos mismos experimentos, la luz que emana de nuestros cuerpos y los envuelve puede ser el vehículo gracias al cual se producirían fenómenos paranormales como la telequinesia, la telepatía o la curación a distancia.

Foto Kirlian.Muchos científicos siguen argumentando que la luminosidad revelada por las fotografías Kirlian (FK), se debe simplemente al efecto de la ionización intermitente del aire alrededor del objeto fotografiado. Pero para alguien que, como Héctor Avilés, lleva años realizando fotografías Kirlian, no hay duda de que lo que en ellas se capta es «un campo energético que tiene que ver con la vida y la conciencia. Es cierto —nos explica— que es difícil aplicar la FK como método de diagnóstico, debido a los múltiples factores que interfieren en la técnica y a que nuestro campo energético oscila continuamente. Pero la FK ha revelado que la conciencia y el pensamiento —incluso los ajenos— influyen en los colores e intensidad del campo energético, lo mismo que la enfermedad. Y no deja de ser revelador que refleje en las manos los mismos puntos energéticos que señala la acupuntura».

En opinión de Félix Manjón, quien tras trabajar como reportero gráfico durante siete años decidió dedicarse a la fotografía Kirlian, «una de las cosas que más desestabiliza la investigación con FK es la película. Por ello, debe utilizarse siempre del mismo tipo». En cuanto al interés de su utilización en el campo médico, Manjón comenta haber visto «una fotografía Kirlian tomada a un paciente 20 minutos antes de morir, en la que podía apreciarse una gran luminosidad blanca rodeando todo el cuerpo».

DETECTOR DE FACULTADES PARANORMALES

José Garrido, miembro del Centro de Estudios Parapsicológicos de la Escuela de Ciencias de Vanguardia, ha comprobado en miles de FK que éstas pueden reflejar la actividad psicoquinética de la mente: «En diferentes secuencias fotográficas podemos comprobar las asombrosas modificaciones que se producen en las estructuras energéticas mientras la persona realiza prácticas en el campo de la alteración de la conciencia. El aura de los dedos muestra un aumento sustancial de la corona tras estar meditando diez minutos y, después de veinte, la imagen muestra que el individuo ha alcanzado un estado de onda cerebral alfa».

Por otro lado, los avances de la bioenergética y electrofisiónica (técnica que, mediante generadores de alta frecuencia, pretende registrar la estructura, comportamiento y actividad de la energía biológica de los seres vivos), han permitido desarrollar numerosos métodos para observar el estado de irradiación energética, interpretarlo y modificarlo. Existen ya programas de ordenador que posibilitan —mediante un simple guante con sensores conectado a un ordenador— observar dichas radiaciones, traducirlas en bandas de colores, y evaluar su información.

Xavier Rosique, que ha estudiado el aura cromática de unas siete mil personas con una técnica informática denominada Visión-Aura, asegura que «en un 83% de los casos este sistema permite indagar en los componentes de la personalidad y del carácter. Además, mediante un entrenamiento adecuado, basado en ejercicios mentales, podemos cambiar voluntariamente el flujo energético para obtener una mejora en la calidad de vida y vencer la enfermedad». El sistema desarrollado por Rosique ha registrado en varias ocasiones psicoimágenes y espectros no identificables. Recuerda este experto una experiencia insólita. En una ocasión, un individuo le pidió que detuviese la cámara cuando él se lo indicase, pues, según le dijo, en ese momento aparecería la imagen del tercer ojo. «El resultado fue asombroso. En efecto, la imagen desveló un punto luminoso en la frente del sujeto».

GLÁNDULA PINEAL Y PERCEPCIÓN DEL AURA

Según el sanador Arim, que realiza exámenes del aura a través de ordenador y cura por medio de la proyección del color deficitario sobre el paciente y aplicación de gemas y vibraciones sonoras, «no hay que extrañarse de la existencia del aura, pues todos los cuerpos absorben y emiten luz. De hecho, necesitamos la luz para regular funciones fisiológicas. Cuando tenemos un trauma o una dificultad, nuestro campo energético bloquea de inmediato determinados colores y ello provoca la enfermedad». Según Arim, «el aura puede percibirse a través de la piel, mediante la glándula pineal, que tiene células fotosensibles de características similares a la retina. La luz que estimula la glándula pineal no tiene porque ser la luz visible. De hecho, la luz artificial inhibe la actividad de la glándula pineal. Cuando una persona tiene esta glándula muy sensible, se nota porque el color índigo reflejado en su aura es estable, y ello indica también que tiene capacidades psíquicas».

Así pues, independientemente de lo que produzca el aura, y de la forma en que sea percibida, a través de instrumentos tecnológicos, o por la visión directa del clarividente, nuestro campo energético parece contener informaciones que los sentidos convencionales no pueden captar, envía y recibe todo tipo de señales y su estudio puede ayudarnos a vivir más sanos y en mayor armonía con nuestro entorno.

EJERCICIOS PRÁCTICOS PARA PERCIBIR EL AURA

Existen ciertos ejercicios gracias a los cuales se puede percibir el aura. Con práctica y constancia, desarrollará sus propios métodos de interpretación.

Busque una pareja con la que se sienta cómodo. Es esencial buscar una habitación con la iluminación suficiente para poder distinguir las facciones del sujeto al que se va a observar, aunque evitando una luminosidad excesiva. Asegúrese de que su compañero se coloca sobre un fondo neutro, una pared lisa y blanca, por ejemplo. Puede comenzar situándose frente a él, cómodamente sentado y poniendo sus dedos índice a la altura de los ojos, con una distancia de unos diez centímetros entre ellos. Manténgalos siempre dentro de su campo de visión y concentre su atención en el sujeto que va a observar hasta que note cómo se va perdiendo su visión lateral. Entonces, únicamente verá la figura de su compañero y un halo fluctuante que emana de él. Las manifestaciones del color y su significado son diferentes para cada persona, no habiéndose desarrollado aún un sistema de interpretación universal.

Se ha comprobado que mediante la respiración se puede controlar la energía áurea a voluntad, dirigiéndola hacia un punto concreto o intensificando su brillo.

Pídale a su compañero que respire profundamente. Es conveniente que el individuo imagine cómo el aire penetra en él y llega hasta su cabeza. Entonces, usted percibirá fluctuaciones de niebla sobre la zona de la coronilla. Si a continuación le pide que, mentalmente, concentre el aire en la palma de la mano, las variaciones se producirán en esa zona.

Otra forma de experimentar con el aura es utilizando imanes de cierta potencia. Colocando un imán a escasos centímetros del cuerpo, el aura tenderá a desplazarse en esa dirección.

La observación del aura puede practicarse sobre uno mismo siguiendo las anteriores instrucciones y empleando un espejo. Asegúrese de que detrás de usted haya una pared lisa. Concentre su mirada en su reflejo, utilizando la técnica que mejor resultado le haya dado en sus prácticas anteriores. También puede utilizar la «visión periférica». Este sistema lo conseguirá fijando la mirada en un punto que se sitúe a unos cinco centímetros por encima de su cabeza pero sin perder de vista el contorno de su silueta. Lentamente, se formará ante usted el halo de luz que rodea su figura.

Mediante el sentido del tacto también puede percibirse el aura. Puede pedirle a su compañero que permanezca en pie frente a usted, que se siente en una silla o que se tumbe. Coloque sus manos a cierta distancia y con las palmas dirigidas hacia el cuerpo del individuo cuya aura va a explorar. Para iniciar el examen acerque lentamente las manos hasta que note un campo de energía entre sus palmas y el organismo del otro. Podrá percibirlo en forma de cambio de temperatura o de vibraciones. Acostúmbrese a su tacto y comience a recorrer todo el cuerpo sin perder esa sensación. Observe en qué lugares se intensifican los flujos de energía o cambian de forma. Su compañero puede recurrir a los ejercicios respiratorios para hacerle más fácil la percepción en zonas determinadas. Usted debe ser plenamente consciente de todas las sensaciones que pueda captar. Cuando finalice el ejercicio, es conveniente realizar un dibujo y anotar todas las impresiones que el experimento le haya producido. No olvide señalar las zonas de resistencia, los cambios de temperatura, las distintas capas o niveles perceptibles… Esto le ayudará a ir desarrollando su propio sistema interpretativo. No descarte el dejarse guiar por su intuición, ya que se trata de una experiencia muy personal. Poco a poco descubrirá cuáles son los puntos donde se ubican los bloqueos de energía. Observe si éstos coinciden con la localización de los chakras; es una buena fórmula para detectar las anomalías físicas.

LA SALUD Y LOS COLORES

La terapeuta Barbara Ann Brennan señala siete niveles de manifestación aural. En el primero se registran sensaciones físicas como el dolor o el placer y los estados de salud; la aceptación de uno mismo se muestra en un segundo estadio; la razón se ubica en el tercer nivel; en el siguiente se representan las relaciones afectivas de toda índole; en el quinto, establecemos la verdad personal, es decir lo auténticamente esencial de nosotros mismos; la espiritualidad se plasma en el sexto nivel y en el último se contempla el objetivo del alma en la vida y está relacionado con nuestras creencias religiosas.

Utilizando la meditación y rechazando el autoengaño, tomamos conciencia de nuestra personalidad, de nuestras virtudes, de las carencias, de lo positivo y negativo que nos forma, y podemos interactuar sobre todo ello. Una fórmula muy interesante para generar cambios desde el aura es empleando sonidos y colores.

Cuando se haya familiarizado con la visión de su aura, añada elementos nuevos a los ejercicios y observe cómo responde su flujo de energía ante esos agentes externos. Acompañe las prácticas con música. Escúchela o entónela. Muchos curanderos utilizan este recurso para conseguir mejores resultados en su intento de alterar el campo aural.

Se han señalado siete puntos energéticos principales y a cada uno se le atribuye un color y una nota musical que lo favorece, por lo que es posible trabajar esos chakras desde el aura estimulándolos con música y colores. Concentre su atención en la parte del aura que se manifiesta débil. Compruebe con qué chakra se corresponde y el color que lo estimula. A continuación, proceda a visualizar en su mente el color adecuado y transmítalo a la zona afectada. Insista hasta ser capaz de visualizar el efecto curativo manifestándose en su halo luminoso.

LIMPIAR Y PROTEGER EL AURA

Según el esoterismo, el aura es depósito de energías negativas y positivas. También es muy frágil y puede ser herida por influencias externas. Para limpiarla, hay que apoyarse de pie contra una pared sin dibujos. Las manos de la persona que vaya a practicar la limpieza deben lavarse con agua fría para descargarse de energía y rechazar la que emana de la persona enferma. Después, se pasan las manos a una distancia de unos 20 cm. del cuerpo, empezando por los pies y subiendo hacia la parte superior de la cabeza. Hay que hacerlo masajeando imaginariamente el aura, como si fuera una prenda de ropa de la que se va apartando la suciedad. Al llegar a la coronilla, se apartan las manos y se pide a la energía cósmica que se lleve la suciedad retirada al fondo de la tierra, donde nadie más pueda recibirla. Se inclinan las manos hacia abajo para hacer que esta suciedad caiga. A continuación, se vuelven a lavar las manos con agua fría. Hay que repetir la limpieza tres veces. Y durante la misma y después, conviene mantener la mente libre de preocupaciones y problemas.

En cuanto a su protección, la mejor forma de hacerlo es, al despertar cada mañana, cubrirnos mentalmente de los pies a la cabeza con una luz blanca, así como sonreír y amar a nuestro cuerpo físico y mental. Cuando emitimos ondas de amor y simpatía hacia nosotros mismos o hacia otros, el aura adquiere, según los videntes, un brillo suave que nos protege de todo ataque psíquico o críticas injustas.

FOTOGRAFÍA KIRLIAN

El matrimonio Kirlian, inventores de la cámara que lleva su nombre.A finales de los años 1930s, el matrimonio formado por Semyon y Valentina Kirlian experimentaban, en su casa de Krasnodar (Moldavia), sobre la posibilidad de fotografiar cuerpos sometidos a intensos campos eléctricos de alta frecuencia. Utilizaban para ello un aparato construido por el propio Semyon que les permitió comprobar, tras numerosas pruebas, cómo los cuerpos colocados en íntimo contacto con una película fotográfica, y en presencia de un intenso campo eléctrico de alta frecuencia, aparecían en la película revelada rodeados de cierta luminosidad.

Este fenómeno desconocido motivó al matrimonio para realizar más pruebas, bajo diversas condiciones y con diferentes objetos inanimados, vegetales y seres humanos. Pudieron verificar así que las imágenes de plantas sanas diferían de las tomadas a otras enfermas y que, en los seres humanos, la luminosidad variaba según el estado anímico. Pero, a pesar de estos asombrosos hallazgos sus investigaciones no fueron tenidas en cuenta hasta los años 1960s, cuando recibieron del Ministerio Soviético de la Salud Pública una subvención para que centraran sus investigaciones en la diagnosis médica.

EL «EFECTO FANTASMA»

Victor Adamenko —famoso por sus múltiples investigaciones en el terreno de lo paranormal— analizó detalladamente las posibilidades de este fenómeno en su ensayo «Sobre investigaciones de los objetos biológicos en los campos eléctricos de alta frecuencia». Asimismo, Vladimir Inyushin formuló hipótesis muy arriesgadas sobre la naturaleza del fenómeno. Los Kirlian aseguraban que la luminosidad reflejada en las placas fotográficas era independiente de las características eléctricas del objeto fotografiado. Pero Inyushin fue más allá y aseguró que el contorno brillante de los cuerpos así fotografiados correspondía a su «energía vital». Sus afirmaciones se basaban especialmente en el llamado «efecto fantasma», fenómeno mediante el cual era posible, por ejemplo, fotografiar el aura de un trozo de hoja que hubiera sido previamente amputado.

En Occidente, las investigaciones sobre este fenómeno comenzaron en los años 1970s de la mano de la norteamericana Thelma Moss. Esta psicóloga viajó a la Unión Soviética para conocer personalmente a quienes analizaban fotografías obtenidas por medio de campos eléctricos de alta frecuencia. A su regreso, Moss realizó, junto con otros científicos, numerosos estudios sobre este fenómeno.

Sin embargo, a pesar de muchos años de estudios, las opiniones sobre la naturaleza y posibilidades de la «electrofotografía» siguen siendo muy dispares. Gran parte de los investigadores coinciden en afirmar que la luminosidad que impresiona la fotografías Kirlian es un fenómeno perfectamente estudiado por la física y conocido con el nombre de «efecto corona», según el cual, todo elemento rodeado por un intenso campo eléctrico produce una luminosidad por un efecto de ionización y una emisión de radiaciones en el espectro visible. Este fenómeno, sería el alma mater de estas fotografías, y aunque no se encuentra presente en nuestra vida cotidiana, se puede contemplar con relativa frecuencia en los tendidos de alta tensión por las noches; si las condiciones atmosféricas son propicias, se puede observar cómo una especie de resplandor violáceo rodea los cables.

Por su parte. Oscar Barros Barbeito, director del Laboratorio de Investigaciones Parasensoriales de Buenos Aires —que ha construido docenas de cámaras Kirlian de diferentes características (portátiles, de visión directa…), y realizado con ellas cientos de pruebas rigurosamente controladas—, está convencido de que la luminosidad reflejada en las fotografías podría estar íntimamente ligada a las características eléctricas del cuerpo como, por ejemplo, la resistencia eléctrica de la piel, y que tal luminosidad nada tiene que ver con el aura referida por los videntes.

¿MÉTODO DE DIAGNÓSTICO?

Pero dejando a un lado a qué obedece el fenómeno, la fotografía Kirlian podría ofrecer muchas posibilidades prácticas si se consiguiesen relacionar, con la debida rigurosidad, las características de la luminosidad y sus distintos colores, con el estado psicofísico del sujeto fotografiado. En ese caso, el hipotético efecto Kirlian podría convertirse en un método de exploración de las constantes biológicas y psíquicas basado en la interpretación de las imágenes obtenidas bajo campos eléctricos de alta frecuencia.

Sin embargo, las relaciones entre formas y colores y el estado psicofísico del sujeto no son fáciles de establecer debido a múltiples factores. En primer lugar, la variación de cualquiera de las características del campo eléctrico en que se realiza la fotografía (intensidad, frecuencia…) modifica el resultado de la misma. Es por tanto imprescindible controlar estas condiciones a fin de evitar errores al hacer paralelismos entre colores, luminosidad y salud psicofísica. Y todo ello, sin olvidar que la multitud de colores que aparecen en las fotografías pueden deberse a que las diversas capas de emulsión de las películas son afectadas de distintos modos por las radiaciones ultravioleta emitidas por el cuerpo fotografiado.

Por otro lado, cada cámara Kirlian tiene características eléctricas diferentes, así que cualquier diagnóstico debería basarse en un trabajo exhaustivo de comparación, cosa que no siempre hacen los que se autodenominan «fotógrafos de auras».

Sería razonable pensar que si la fotografía Kirlian no ha sido explotada masivamente para diagnosticar enfermedades es porque no es eficaz a niveles prácticos. Sin embargo, a pesar de todos los argumentos en su contra no pueden desestimarse los muchos indicios que también existen a su favor.

La ya mencionada Thelma Moss, por ejemplo, comprobó que cuando un sujeto aumentaba su nivel de alcohol en la sangre, las sucesivas fotografías iban acusando una variación notable en la luminosidad. Asimismo, en numerosas experiencias realizadas en el Centro de Investigaciones Psicobiofísicas de Vigo, que dirige Javier Akerman, se ha verificado que las variaciones del ritmo cerebral se reflejan con notoriedad en las fotos Kirlian. Aún existe, sin embargo, un abismo entre estos hechos y la predicción de alteraciones en la salud y sólo algunos investigadores apuntan hacia esta posibilidad. Uno de ellos es Mario Marini, que desde hace años investiga en colaboración con un homeópata, y asegura que «la falta de luminosidad en determinadas áreas de la manos indica una disminución en las defensas del organismo y la proximidad de alguna enfermedad».

En el presente, investigadores de todo el mundo siguen buscando la fórmula que permita darle una utilidad a la fotografía Kirlian. Esperemos que sus trabajos cristalicen en un futuro cercano y ésta se convierta en una herramienta útil para el diagnóstico precoz de enfermedades.

SORPRENDENTES HALLAZGOS

De las muchas pruebas realizadas con fotografía Kirlian en la Unión Soviética, en el Departamento de Ciencias Físicas de la Universidad de Stanford (EE.UU.), o por la doctora Moss mediante una técnica que utiliza el «campo radiactivo», se desprenden, entre otras, las siguientes conclusiones:

PLANTAS

Las hojas separadas de las plantas muestran el fascinante fenómeno de la desaparición paulatina de la luminiscencia.

La FK pone en evidencia partes de hojas que ya no existen.

Se produce una transferencia de energía entre una hoja recientemente separada de una planta y otra arrancada 24 horas antes.

Las plantas emiten más luminiscencia si una persona se hace una herida cerca de ellas.

Las plantas indican por su radiación la conveniencia o no de plantarlas en terrenos experimentales. También revelan la falta de agua o salinidad excesiva en torno a las raíces.

La luminiscencia de los brotes de trigo es superior a las de otras especies.

En una serie de experimentos realizados por Moss, en colaboración con la sanadora Olga Worrall, ésta tomaba una hoja dañada en sus manos y la sanaba. Cuando se volvía a fotografiar, aparecía más brillante que en la imagen previa, a pesar de que la herida aún estaba visible en la hoja.

SERES HUMANOS

Estudios electrofisiológicos han revelado que la emanación en forma de corona no tiene que ver con la temperatura de la piel, la respuesta galvánica, la vasoconstricción o la vasodilatación.

Cada parte del cuerpo tiene un color distintivo: la región cardíaca es azul; los antebrazos verdosos…

Cuando una persona goza de buena salud, la corona de los dedos es azul y blanca; cuando está nerviosa las yemas de los dedos emiten formas rojas.

Los tumores cancerosos se presentan con sombras blancas o grises en torno al lugar del cuerpo donde se hallan.

La intoxicación con drogas (alcohol y marihuana) producen un aumento en el brillo de la corona. Las fotos realizadas a personas que afirman poseer poderes curativos mostraron que cuando se encontraban en estado de trance emanaban una corona de tamaño reducido. Las coronas de los pacientes eran muy pequeñas antes del tratamiento y enormes al finalizar el mismo.

Durante su actividad mediúmnica, los psíquicos muestran una corona puntiaguda muy concentrada en las puntas de los dedos.

Basándose en las teorías de Alexander Gurvitch sobre la «radiación mitogenética» —fenómeno por el cual la radiación que emiten unos seres vivos afecta a otros—, Inyushin y otros científicos soviéticos consiguieron registrar fotográficamente una emanación luminiscente que sale de los ojos de animales y seres humanos.

CÓMO FABRICAR UNA CÁMARA KIRLIAN

La cámara Kirlian no tiene nada que ver con una cámara fotográfica, ya que no posee ningún instrumento óptico. Se trata, simplemente, de crear un intenso campo eléctrico en el que se colocan tanto la película fotográfica como el objeto a analizar. La influencia de este campo eléctrico producirá, sin más, la luminosidad reflejada en la emulsión fotográfica. La fotografía Kirlian requiere elementos precisos y extrema minuciosidad, a pesar de lo cual es posible obtener fotos Kirlian estéticamente similares a las «profesionales» utilizando métodos sencillos y los siguientes materiales:

• Una bobina de encendido de coche.

• Una placa de circuito impreso de aproximadamente 18 x 25 cm.

• Tres metros de hilo de cobre de 1 mm de sección.

• Una fuente de alimentación: pilas (dos de 9 voltios conectadas en serie como indica la foto), baterías o un transformador que proporcione entre 12 y 24v.

Con un pequeño trozo de cable al que hemos pelado los extremos, se une el conector central de la bobina con la placa de circuito impreso, de modo que el lado del cobre quede hacia abajo. A continuación, se quita el aislante plástico a un trozo del hilo de cobre de aproximadamente un metro de largo, y se enrolla éste sobre una forma plástica de 3 cm. de diámetro. Se atan ambos extremos y se conecta uno de ellos a uno de los extremos de las pilas. El otro extremo irá conectado a uno de los bornes de la bobina, tal como indica el esquema. Finalmente, se deja un trozo de hilo suelto conectado por uno de sus extremos al otro borne de la bobina de encendido.

Para comprobar que todo funciona correctamente se apoya un dedo sobre la placa de circuito impreso (con el lado del cobre hacia abajo), mientras se frota rápidamente el extremo A sobre el hilo enrollado. Se siente entonces un leve cosquilleo, producto de la alta tensión generada por la bobina.


Para obtener las fotografías hay que interponer una película fotográfica entre el objeto a fotografiar y la placa. Se obtienen muy buenos resultados sacando las fotografías directamente sobre un negativo, por lo que para trabajar más cómodamente se construye una especie de funda, para que la luz no vele la película. Bastará para ello con un trozo de cartulina negra de 52 x 7,4 cm. plegada por la mitad. Con cinta aislante negra se pegan ambos extremos. Después, con un lápiz blanco se divide la cartulina en doce espacios de 4 cm., dejando dos centímetros en cada lado. Los espacios marcados corresponden a las distintas fotografías, por lo que es conveniente numerarlas.

En total oscuridad, se introduce el carrete (recomendamos películas de al menos 400 asas de sensibilidad) dentro de la funda, colocando dos clips en cada extremo, de modo que impidan que la luz vele la película. Así protegido el negativo, podremos trabajar con él a plena luz. Apoyaremos la película sobre la placa de circuito impreso y colocaremos uno de nuestros dedos (o el objeto a fotografiar) en el primer espacio marcado en la funda del negativo. Rasparemos repetidas veces el cable que está conectado a la bobina contra el alambre enrollado en la forma plástica. Así cerraremos el circuito de modo que la bobina estará produciendo una tensión alta.

Una vez sacadas todas las fotografías del carrete, y en total oscuridad, quitaremos los clips de los extremos y una vez fuera de la funda de cartulina, enrollaremos el carrete.

Conviene advertir a quien revele el carrete que se trata de fotografías especiales, para que lo tenga en cuenta a la hora de realizar las ampliaciones. Con un poco de práctica, sabremos controlar cómo sacarle el mejor partido a este sencillo método.

Fuentes: Maestro Viejo

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