miércoles, 22 de mayo de 2013

Por qué es importante etiquetar los productos procesados con la leyenda OGM (organismos genéticamente modificados)


Tener suficiente información sobre lo que consumimos nos da la posibilidad de elegir. Elegir es el primer paso en la lucha por revertir el uso de cultivos genéticamente modificados en la industria alimenticia.

Los tipos de cultivos se dividen en tres: antiguos (también llamados “herencia”), híbridos y organismos genéticamente modificados (OGM). El debate que desde 1994 mantiene tensiones entre compañías transnacionales y grupos de protección ambiental y constriñe la agenda de políticas de agricultura está dividida entre los que quieren promover el uso de semillas antiguas o tradicionales (mejoradas a lo largo del tiempo por la selección natural) en vez de los que buscan legislaciones para permitir que los cultivos transgénicos no sólo sean utilizados, sino que ni siquiera se le informe a los consumidores.

La importancia de marcar claramente si una manzana es orgánica u OGM (fuera de cosas como la salud y la herencia biológica, además de la estabilidad genética de los cultivos de nuestros alimentos) para los consumidores es también una lucha por la libertad de elección.

Las semillas híbridas, por su parte, han sido utilizadas tradicionalmente durante miles de años por los granjeros para unificar las características de dos cultivos tradicionales, apresurando la temporada de cosecha, creciendo más fuertes contra plagas, etc. Luego de algunas generaciones los híbridos suelen volver a presentar las características dominantes de alguna de las variedades originales.

Por otra parte, las semillas de las OGM son producidas directamente en laboratorios: se les aplican insecticidas y su material genético es modificado de manera irreversible. En una palabra, se trata de plantas que no existen como tal en la naturaleza, y que por lo tanto presentan riesgos para la biósfera que no somos capaces de prever.

Se estima que entre el 85 y 95% de los cultivos más importantes en la actualidad son OGM, incluyendo maíz, azúcar, soya, canola y algodón. Al menos uno de ellos se encuentra presente en cualquier comida procesada. Algunas marcas de comida etiquetan sus productos como “orgánicos” o “non-GMO”, pero desde la comida procesada hasta los aderezos para ensalada, virtualmente todos los productos actuales contienen OGM en alguna medida. El problema de la biodiversidad se vuelve un problema político cuando los consumidores no saben o no tienen libertad de decidir si quieren consumir OGM o no.

Los defensores de los OGM afirman que los genes añadidos (como antibacteriales y pesticidas) son destruidos en nuestro sistema digestivo, lo cual es incorrecto. Estos genes se almacenan en nuestro sistema digestivo, mellando nuestro sistema inmune, incrementando la infertilidad, acelerando la vejez y contribuyendo a enfermedades crónicas, que algunos estudios han asociado a la contribución de la mortandad infantil, defectos de nacimiento y cáncer.

La evolución de los cultivos ha seguido una línea paralela a la de nuestra capacidad para digerirlos. Para empresas como Monsanto, la evolución simplemente es un asunto menor. En una reciente declaración, la compañía (una de las más grandes productoras de OGM) afirmó: “No hay necesidad de probar la seguridad de la comida con OGM. Mientras la proteína modificada sea segura, la comida de los cultivos GM son sustancialmente equivalentes y no representan riesgos para la salud.” Basados en esto, recientemente se aprobó una ley que vuelve innecesario que los productores de comida etiqueten sus productos como orgánicos o GMO, pero la hipótesis en que se basa es falsa.

Desde hace 70 años se creía en la hipótesis de que un gen producía una sola proteína. En 2002, el proyecto del Genoma Humano demostró que esto era incorrecto. Hoy sabemos que cualquier gen puede dar más de una proteína, y que insertar aleatoriamente un gen en una planta eventualmente crea proteínas en bruto, algunas de las cuales pueden provocar alergias o ser tóxicas para consumo humano.

En estos momentos 13 nuevos OGM esperan aprobación por las autoridades sanitarias de Estados Unidos. Al mismo tiempo, la Administración de Drogas y Alimentos de EU (“Food and Drugs Administration”, o FDA, por sus siglas en inglés) aprobará próximamente el salmón genéticamente modificado de la compañia Aquabounty, el primer animal OGM (sin la etiqueta correspondiente) para venta en los supermercados. El organismo ha rechazado las objeciones y cartas de cientos de ciudadanos y asociaciones preocupadas por lo que consumen.

El problema para etiquetar los OGM es que hay un negocio millonario en juego: el Congreso de EU continúa protegiendo los intereses corporativos a costa de la salud de la gente, de la diversidad de cultivos orgánicos y del ecosistema en general. En casi 10 años de uso ninguna promesa de estas empresas se ha cumplido: son menos productivos que los cultivos tradicionales; han incrementado el uso de pesticidas en lugar de disminuirlo, y han fallado en su promesa de resolver el hambre mundial.

Etiquetar apropiadamente la comida que contiene OGM es un requisito en la Unión Europea, China, Rusia, Australia, Japón y 64 países más en el mundo. Una simple etiqueta que nos informe qué estamos introduciendo en nuestro organismo es un derecho, no una opción. Por sí misma, la etiqueta no solucionará el uso inmoderado de los OGM y sus consecuencias para el medio ambiente, pero la información en nuestros días es un derecho que debemos defender.

Fuente : Waking Times

Visto en : Ecoosfera

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