viernes, 6 de enero de 2012

La Sensibilidad Quimica Multiple es Real

El Ministerio de Sanidad ha publicado el esperado “Documento de consenso” sobre Sensibilidad Química Múltiple (SQM). No es un documento que reconozca oficialmente la existencia de la enfermedad porque no hay apartado alguno que así lo manifieste pero sí es obvio y queda claro en el texto que “reconoce” que exite un Síndrome de SQM pues el objetivo del trabajo es “contribuir a un mayor conocimiento de la SQM”.

Para ello se ha basado en el trabajo de doce personas expertas en el tema (más de la mitad de las cuales conozco en persona o he entablado conversación con ellas y sin excepción aprecio) y de sociedades científicas, departamentos de varios ministerios y otras instituciones sanitarias del Estado. Es un documento de consenso y habrá discrepencias. No gustará a todo el mundo pues todas las partes habrán tenido que ceder para lograr ese consenso. Tras leerlo a fondo saco algunas conclusiones:

-Transmite una escrupulosa intención de búsqueda de la evidencia científica y clínica disponible pero resulta incompleta.

-Incompleta y con un marcado sesgo de prudencia. Me ha dado la sensación al leerlo, es algo muy particular, que importa más la Ciencia que las personas y no me lo explico a no ser por las intenciones del Ministerio de “filtrar” a los enfermos presentes y futuros, que los va a haber y muchos. Escribo el Ministerio por el probado rigor y compromiso social de los intervinientes que conozco. También lo escribo porque es lo que me dió a entender José Martínez Olmos, secretario general de Sanidad y hombre fuerte del Ministerio en la era ZP, cuando estuve unos minutos con él a finales de septiembre (con todo hay que reconocer que cuando hace dos años Olmos y servidor nos entrevistamos en el programa de radio de RNE Carne cruda cogió el guante y ha cumplido su palabra de estudiar la SQM). Había que ver bien lo que se recogía en el documento de consenso para que no se “colaran” dentro del diagnóstico de SQM personas que no están enfermas de ello. Está bien, tiene su lógica pero es un arma de doble filo porque pone a la evidencia científica a trabajar para el Ministerio y la burocracia y no para las personas que sufren.

-Un cierto halo de duda constante, de inalcanzable evidencia, de sospecha contínua se cierne sobre las páginas del texto:

“Los trabajos más rigurosos metodológicamente han encontrado resultados que o bien ponen en duda la relación entre los factores desencadentes y la enfermedad (…) no podía demostrarse. (…) no se encontró relación entre las sustancias químicas y los síntomas mencionados (…) tampoco evidencia sobre una posible exposición inicial ni de posteriores exposiciones desencadenantes (…) cuestionar la veracidad de los cuadros de SQM y considerar, en su lugar, otras patologías físicas y psiquiátricas“.

-La evidencia mostrada por el Documento es profusa pero nunca parece suficiente:

“La SQM es objeto de intensos debates entre la comunidad científica“. Cierto, la Ciencia es controversia o no es pero en algún momento hay que decidir si hay suficiente evidencia científica y actuar. En fin, no quiero tampoco restarle valor al asunto pues se ha comenzado a actuar. Por cierto, la evidencia analizada estima una prevalencia del 0,2% al 4%, cita un punto (en otra parte se citan otros datos de prevalencia) lo que abrirá el debate pues las cifras que desde hace años se estaban dando eran del 5% de afectados en grado severo y hasta un 15% de la población con algún grado de sensibilidad, según uno de los expertos.

-Parece haber cierto “ensañamiento” con que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no tiene reconocida la SQM y con “rebajar” lo que han hecho los países que sí la contemplan (Alemania, Austria y Japón) para rematar con:

“En España, se utiliza la CIE9-MC (CIE9 modificación clínica) (…) En esta clasificación no está incluida la SQM“.

Pues razón de más para hacer como esos países que cita el texto. Y ya que estamos con el ámbito internacional, el informe destaca la puesta en marcha del Reglamento REACH: “constituye una oportunidad para elevar la protección de la salud de todas las poblaciones potencialmente expuestas a sustancias químicas”, cuando casi puede considerarse una victoria de la industria química que durante más de una década hizo lobby para rebajar sus pretensiones.

-Otra frase:

“Se ha descrito una nueva categoría de personas con una sintomatología particular relacionada con la exposición a la radiación electromagnética relacionada con el uso de monitores, incluidos los aparatos de TV, teléfonos móviles, teléfonos DECT y otros aparatos electromagnéticos. Se acuñó el término de personas electro-hiper-sensibles para calificar a estas personas”.

Bien por su reconocimiento ¿para cuando un “Documento de consenso” sobre la Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos?

-Por suerte, “no se dispone de datos objetivos que permitan establecer una asociación entre genes y SQM“, de ser así sería fácil echarle la culpa al afectado.

-Bien también por manifestar “la necesidad de revisar los niveles seguros (dosis) de compuestos químicos cuando actúan en presencia de otros contaminantes. Los conceptos de bajas dosis y de ventanas de exposición con una susceptibilidad particular -que habían revolucionando la toxicología con interés regulador- se acompañan ahora del problema del efecto combinado”. Se cae otro mito, que “lo importante es la dosis”.

-Y otro aporte interesante:

“En la revisión de Kipen y Fiedler se dice que entre un 30-50% de sujetos con Síndrome de Fatiga Crónica (SFC), fibromialgia (FM) y SQM tiene al menos dos de estas patologías, y que en un porcentaje elevado de pacientes con el síndrome de la Guerra del Golfo se solapan SQM y SFC”. FM, SFC y SQM pueden ser ramas de un mismo árbol.

-Frase que abundará en la polémica sobre la “psicologización” de la SQM. Pese a que al principio el documento rebaja la importancia del factor psicológico como origen del problema luego contempla la “Hipótesis psicológica y/o psiquiátrica“.

-Se recoge el diagnóstico de SQM pero no se cita la inclusión de los posibles tratamientos en la Seguridad Social.

-Básicamente se concluye que NO existen tratamientos:

“Trabajos originales con pacientes con SQM en quienes se estudiara la efectividad terapéutica de uno o más fármacos u otras medidas terapéuticas (…) No se localizó ningún artículo sobre tratamiento que cumpliera los criterios establecidos (…) La experiencia clínica evidencia que la falta de respuesta al tratamiento (…) Las intervenciones terapéuticas deben ir encaminadas, puesto que por el momento no existe tratamiento curativo, a la mejora en la sintomatología y en la calidad de vida. Actualmente, la evidencia científica disponible sobre la eficacia de los distintos tratamientos, farmacológicos y no farmacológicos, no es suficiente para aconsejar en este documento medidas terapéuticas concretas”.

La “mejora de la calidad de vida”… ¿es que no mejora la calidad de vida de las personas tratadas en los centros vanguardistas -la Clínica de Medicina Ambiental del doctor William Rea en Dallas (Estados Unidos) o la de la doctora Jean Monro, el centro Breakspeare, en Londres o en España la Fundación Alborada de la doctora Pilar Muñoz-Calero? ¿Eso quién lo decide, la propia persona, no? Pues las que conocemos en su mayoría así lo atestiguan y los libros y estudios de Rea lo corroboran; mayor evidencia clínica y científica que esa.

En otro punto se comenta: “El tratamiento es fundamentalmente sintomático, orientado a mejorar la calidad de vida de las personas afectadas, intentando evitar la exposición a los agentes desencadenantes y complementándose con tratamientos basados en cambios en la dieta y/o administración de suplementos nutricionales“.

En cierta medida es lo que hacen las clínicas citadas.

-En el tratamiento se aconseja la evitación pero da la sensación de que las personas con SQM es que no se han enterado de que hay cosas, pobrecitas, que les hacen daño. No es así, es el estilo de vida nocivo del actual modelo económico-social el que está provocando que estas personas enfermen y que las demás estemos como a la espera de. El documento no plantea un cambio de estilo de vida y otro modelo social, ecológico; se limita a:

“Conocer los factores que pueden exacerbar el estrés medioambiental (medicaciones inadecuadas, dietas pobres muy restrictivas…)”.

Como si el problema no fuera que la dieta para la mayor parte de las personas suele ser tóxica por la cantidad de aditivos y manipulaciones que hoy lleva la comida. Luego sí, aclara: “seguir siempre que sea posible, una dieta ecológica” y cita cambios en los estilos de vida pero referido a las personas no a la sociedad.

-Resulta paradójico que mientras los test de diagnóstico no están validados sí se reconocen útiles, lo que no ocurre con los tratamientos:

“Los cuestionarios autoadministrados (QEESI, UTHS, IEISI,…), aunque hasta el momento no están validados en nuestro entorno, son de gran utilidad como herramientas de apoyo“.

Creo que un documento así es un avance notable pero debería ser más profundo, más comprometido con quienes sufren la enfermedad y no cerrarse a los tratamientos que llevan tiempo demostrando su efectividad.

Fuente: Miguel Jara

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